domingo, 19 de diciembre de 2010

Orden ya no es Progreso


Estoy poniendo orden a mi apartamento; ayer se fue mi hermano luego de diez años de convivencia solos. Estuve ordenando libros y mirando las fechas de los más viejos. Increíble; cuando tenía seis años ya recibía libros como obsequio. Mirándolos y pensando en el pasado, en la infancia, me doy cuenta de que estos diez años no sirvieron para conocernos mucho, o querernos más. Pienso en mi hermano y me doy cuenta de que siempre tuve una imagen idealizada y distante de lo que en realidad es esa persona, que resulta ser desconocida. Recién limpié el polvo de un libro que empecé a leer a los nueve años: Los tres mosqueteros de Dumas. Recuerdo que a ese libro le faltan un par de hojas (lo abro y siguen faltando). Cuando era niña había una gotera constante en mi cuarto. Mis padres lucharon contra ella y alguna otra. Pero qué hacer con un techo que a esta altura tiene un siglo y medio? Era imposible. Cuando me regaló mi padre ese libro llovía y yo tenía gripe. Estaba en cama y mi padre siempre me regalaba libros, así que probablemente fuera mitad gripe y mitad simulación (la enfermedad es un pretexto antiquísimo). Ese libro se quedó bajo la insistente gotera, abierto casi por la mitad ya. Cuando pasó el temporal y se vio por fin el sol, lo dejé secando en el patio de casa. Uno de los innumerables gatos de mi infancia se afiló las uñas en sus hojas, esas que ahora faltan. Lo mismo hacía González, la gatita de mis padres que murió hace dos meses. Adoraba los libros abiertos, de hojas preferentemente porosas, dejados en un descuido de mi madre a su alcance.
Todo esto pienso como un hilo enredado y descubro que parte de estos recuerdos son ajenos a mi hermano. Él se perdió en algún lado de estas historias. No lo puedo memorizar en esos momentos; tal vez no estaba. Lorena quita quilos de polvo con una aspiradora que trajo de su casa. Pero lo que nunca vi es a alguien trepada por las paredes, lavándolas (nunca vi, en serio, con un trapo de piso lo hace).
De fondo suenan los remixes de Christian Death y me pregunto si algo cambiará realmente en mi vida.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Le moulin


Pasamos por Le moulin temprano, tan temprano en la tarde que aún faltaba para mirar el atardecer en aquella rambla abandonada como nunca. Te tenía junto a mi en el auto y aún así sentía que te extrañaba, no sé por qué. Tal vez por esa concurrencia de pensamientos fatídicos que sigue en mi mente a la belleza, siempre arremolinados, siempre confusos. Ya me has dicho que me distraigo fácilmente (perdón).
Entre el ruido de algún motor casual, demasiado intenso y veloz como para llegar a molestarnos, nos llegó el sonido de un acordeón y sentí ganas de llorar. Me recordó a gente lejana como ese sonido, gente que tal vez sea hoy feliz, o no - eso no me importó, sino regodearme en mi amargura-. Habría preferido los ladridos de perros. Me preguntaste por qué me sentía mal y fue automático. Lo supiste y lloraste, o mejor, amagaste llorar, también, y sin que respondiera.
Nos fuimos más tristes que nunca. Yo ni siquiera miré el mar. Intenté distraerme con unos gatos adormecidos en una de las ventanas del molino, que cada tanto cambiaban de postura, pero indefectiblemente terminaban por echarse y volver al sueño. Ignoré el mar y la puesta de sol. Vos me ignorabas a mí. Cuando llegamos a casa tomaste todas las píldoras que encontraste. Yo encendí el televisor.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Antes de la fiebre.

     A veces también salgo. A veces también miro el mundo desde afuera. Es mi primera foto en este Blog, y por primera vez, es una foto donde yo soy la protagonista. Me identifica mucho de ella, pero sobre todo, la vista atenta y curiosa a mi alrededor.