CUANDO
ESO ACECHA.
Mis sueños son tópicos. Pueden ser
tópicos literarios o cinematográficos. Lo mismo da. Por ejemplo, anoche mi
mente paseó en bus por una carretera al atardecer; hubo un accidente donde por
lo menos conté siete personas tiradas en la ruta y, extrañamente, ordenadas en
forma vertical por su tamaño. El que estaba a mi izquierda era un obeso hombre
que debía pesar no menos de 120 kilos. El del extremo derecho era un delgado
conductor de larga distancia, parecía haber sido desgarbado, y tal vez, miope. Sí,
creo haber entrevisto o supuesto su mirada a través de los párpados ensangrentados.
Todos eran hombres, de diferentes edades, aunque ninguno tendría más de
cincuenta años ni menos de treinta. Mi ómnibus se había detenido ya que el
panorama fúnebre se extendía por toda la ruta y no había forma de pasar
alterando la escena. Había que esperar. Noté cómo iban apareciendo zombies
atraídos por el olor a la muerte y a la sangre. Sangre fresca, recién
coagulándose. Los muertos, los ahora vivos, comenzaron a acercarse
peligrosamente a los costados de la ruta, y a olfatear el aire como perros. Levantaban
sus ojos ciegos, grises, blancuzcos, y sus narices al viento, orientándose. Algunos
de los policías que custodiaban la escena al verlos acercarse les disparaban en
sus cabezas. Yo tomé un trozo de madera del costado de la carretera, pero parecía
una rama insulsa y demasiado débil contra esos animales. Hasta que los muertos
apilados en la ruta comenzaron a abrir sus ojos. No fueron todos a la vez,
claro. Pero con dos me bastó para que comenzara a correr hacia adelante,
retomando de esa forma la ruta original a pie. Pensé que no llegaría nunca a
destino tan rápido como para huir de la horda de muertos que se acercarían. Al principio
corría con mi mp4 a todo volumen (me gusta escuchar algo de metal sonando hasta
que mis oídos no lo soportan más y mi cabeza comienza a doler). En el trayecto
supuse que mejor sería disminuir el nivel, ya que alguna bestia podría
sorprenderme sin que la escuchase. Era cierto. Sentí su aliento y un gruñido
casi imperceptible a mis espaldas. Giré y golpeé lo más fuerte que pude la
cabeza del zombie, intuyendo dónde se hallaba esta. Acerté a tirarlo al piso,
pero seguía temblando e intentado ponerse en pie. Por suerte los zombies de mis
sueños no saben cómo pararse una vez caen. Sólo se arrastran y en este caso, la
bestia confundida, no lograba ponerse boca abajo como para hacer eso.
Maldita sea. Me desperté con un miedo
sobrenatural. Renzo me había dejado el día anterior. La pareja, luego de un par
de años, había fracasado sistemáticamente. Yo no quería empezar de nuevo. No quería
tomarme el trabajo de empezar de nuevo. Fui a la cocina a buscar una cuchilla y
corté su cabeza, no sin bastante trabajo. Pensé siempre que sería menos
complicado. Es una extremidad cuyo punto de unión es menos grueso que el resto.
Creo que hoy no voy a dormir. Mis sueños son demasiado tópicos y me dejan
alterada la mente durante el día.