martes, 15 de noviembre de 2011

CUANDO ESO ACECHA


CUANDO ESO ACECHA.

         Mis sueños son tópicos. Pueden ser tópicos literarios o cinematográficos. Lo mismo da. Por ejemplo, anoche mi mente paseó en bus por una carretera al atardecer; hubo un accidente donde por lo menos conté siete personas tiradas en la ruta y, extrañamente, ordenadas en forma vertical por su tamaño. El que estaba a mi izquierda era un obeso hombre que debía pesar no menos de 120 kilos. El del extremo derecho era un delgado conductor de larga distancia, parecía haber sido desgarbado, y tal vez, miope. Sí, creo haber entrevisto o supuesto su mirada a través de los párpados ensangrentados. Todos eran hombres, de diferentes edades, aunque ninguno tendría más de cincuenta años ni menos de treinta. Mi ómnibus se había detenido ya que el panorama fúnebre se extendía por toda la ruta y no había forma de pasar alterando la escena. Había que esperar. Noté cómo iban apareciendo zombies atraídos por el olor a la muerte y a la sangre. Sangre fresca, recién coagulándose. Los muertos, los ahora vivos, comenzaron a acercarse peligrosamente a los costados de la ruta, y a olfatear el aire como perros. Levantaban sus ojos ciegos, grises, blancuzcos, y sus narices al viento, orientándose. Algunos de los policías que custodiaban la escena al verlos acercarse les disparaban en sus cabezas. Yo tomé un trozo de madera del costado de la carretera, pero parecía una rama insulsa y demasiado débil contra esos animales. Hasta que los muertos apilados en la ruta comenzaron a abrir sus ojos. No fueron todos a la vez, claro. Pero con dos me bastó para que comenzara a correr hacia adelante, retomando de esa forma la ruta original a pie. Pensé que no llegaría nunca a destino tan rápido como para huir de la horda de muertos que se acercarían. Al principio corría con mi mp4 a todo volumen (me gusta escuchar algo de metal sonando hasta que mis oídos no lo soportan más y mi cabeza comienza a doler). En el trayecto supuse que mejor sería disminuir el nivel, ya que alguna bestia podría sorprenderme sin que la escuchase. Era cierto. Sentí su aliento y un gruñido casi imperceptible a mis espaldas. Giré y golpeé lo más fuerte que pude la cabeza del zombie, intuyendo dónde se hallaba esta. Acerté a tirarlo al piso, pero seguía temblando e intentado ponerse en pie. Por suerte los zombies de mis sueños no saben cómo pararse una vez caen. Sólo se arrastran y en este caso, la bestia confundida, no lograba ponerse boca abajo como para hacer eso.
         Maldita sea. Me desperté con un miedo sobrenatural. Renzo me había dejado el día anterior. La pareja, luego de un par de años, había fracasado sistemáticamente. Yo no quería empezar de nuevo. No quería tomarme el trabajo de empezar de nuevo. Fui a la cocina a buscar una cuchilla y corté su cabeza, no sin bastante trabajo. Pensé siempre que sería menos complicado. Es una extremidad cuyo punto de unión es menos grueso que el resto. Creo que hoy no voy a dormir. Mis sueños son demasiado tópicos y me dejan alterada la mente durante el día.